¿Por qué el proceso de paz en Mozambique puede ser referencia al de Colombia?

banner_el_paisBoai Afraime Jr., psicólogo que trabajó en el postconflicto de Mozambique, dice que la intervención de las víctimas puede dilatar la firma de la paz en un proceso.

Por: Karen Daniela Ferrin | El País Sábado, Mayo 25, 2013

Nadie acusó a nadie. No hubo presos, no hubo reconocimiento del dolor ni indemnizaciones. En Mozambique las víctimas de 16 años de violencia no existen. Los crímenes cometidos por el gobierno y los guerrilleros fueron olvidados.

Tampoco hubo voces de protesta. Es que al firmarse el acuerdo de paz, en octubre de 1992, entre el partido gobernante, el Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo), y los rebeldes, Resistencia Nacional Mozambiqueña (Renamo), los ciudadanos ignoraban las decisiones que se estaban tomando.

En los dos años que duró el proceso, los mediadores no hicieron conferencias de prensa. La palabra discreción fue el común denominador entre las partes involucradas. Tampoco se permitió que las víctimas tuvieran una participación activa durante los diálogos.

Sin embargo, ese país africano ha sido considerado un ejemplo de cómo realizar un acuerdo de paz después de un conflicto armado interno.
“Las víctimas de la guerra son las víctimas de la paz”, dijo Boai Afraime Jr., un psicólogo que durante ocho años trabajó en el proceso de rehabilitación de menores de edad que fueron obligados a tomar las armas durante el conflicto.

Era una iniciativa liderada por la ONG Reconstrucción de la esperanza en Maputo-Mozambique, que llegó a molestar a la población civil que se consideraba “más víctima” que los niños rebeldes.

Boai Afraime, que participó, hace unos días, en una conferencia Intervención psicosocial en contextos de conflicto armado, realizada en la Universidad Icesi, habló con El País sobre las enseñanzas del proceso de paz en Mozambique y cómo estas pueden aplicarse al caso colombiano.

Dicen que un punto clave para la rápida firma de paz en Mozambique fue que los mediadores eran extranjeros…

Creo que en el proceso estábamos fallando porque no había confianza entre las partes involucradas. La participación de los negociadores extranjeros fue para facilitar los diálogos, pero sobre todo, para permitir la creación de confianza que permitía facilitar el acuerdo de paz.

El Frelimo y la Renamo estaban en guerra desde 1976, tiempo en el que se cometieron muchos crímenes. ¿Cómo fue la participación de las víctimas durante los diálogos?

Las conversaciones se dieron solo entre el gobierno y los rebeldes. Los diálogos se dieron con muy poca intervención de la sociedad civil y de los otros partidos políticos. Había algo en común entre el Frelimo y la Renamo y es que ninguno estaba interesado en discutir sobre las atrocidades ni la existencia de víctimas creadas por ambos actores.

¿Pero si no se habló de crímenes, cómo hicieron reparación de víctimas?

Cuando acabó el conflicto, ni el gobierno ni la Renamo asumieron responsabilidad alguna, ni siquiera por los niños que fueron obligados a ir a la guerra. Lo que hicieron las partes fue llevar al Parlamento la propuesta de un servicio militar obligatorio para los jóvenes que fueron reclutados por la izquierda y la derecha.

¿Y la población civil no reclamó que eso estuviera sucediendo?

Algunas voces se levantaron en protesta a esta situación, pero eso no progresó. Tan así que las instituciones económicas, como el Banco Mundial, acreditan que en Mozambique ya no hay guerra ni discriminación. Lo que importaba en el proceso era cuándo iba a terminar el conflicto. No se invirtió mucho tiempo en la postguerra, lo que se quería era retomar el control del territorio y pasar a hablar de negocios.

¿Y cómo hicieron para dejar atrás esa historia sangrienta que costó casi un millón de vidas humanas?

Es que el proceso se hizo a espaldas de la población. Al haber una negación de la existencia de víctimas, no se hizo reparación de nada. Todo el mundo sabe que en Mozambique que hubo niños soldados, pero cuando acabó el proceso, con apoyo de las Naciones Unidas, esos menores fueron considerados civiles y mandados a sus casas sin ningún apoyo ni programas de resocialización.

¿Y qué pasó con los intereses de la población civil maltratada?

Nosotros tenemos curanderos que practican la medicina natural, conocemos líderes religiosos y estos ofrecieron una gran ayuda en el proceso de reconciliación. Se retomaron unos rituales históricos para lidiar con el dolor, con la crisis psicológica. Los milicianos que habían matado, violado, quemado, al terminar la guerra, se comprometieron en ser hombres de bien. Mediante una alabanza, los victimarios asumieron responsabilidades, confesaron sus crímenes. Eso permitió que las personas pudieran vivir en comunidad, aceptarse como simples ciudadanos y no señalarse como guerrilleros y víctimas. Se hizo un trabajo de sanación, pero no por el Gobierno ni la comunidad internacional.

Pero en Colombia es distinto, aquí algunos ha planteado la posibilidad de darle voz a los ciudadanos…

Yo no recomiendo mucho la intervención de las víctimas, porque este modelo tiende a retardar la paz. Cuando se les da la voz, se corre el peligro de tener discusiones muy fuertes que no tienen que ver tanto con el proceso. En esas intervenciones se habla de odios, de rencores, de problemas psicológicos mal elaborados.

En Colombia, opositores al proceso han insistido en que las Farc no pueden tener participación política, a diferencia de su país, donde la Renamo se convirtió en un partido político…

En la guerra mozambiqueña murieron civiles, guerrilleros, militares. Cuando se firmó el acuerdo de paz, el gobierno solo quería controlar el país. Se aceptó la conformación de partidos políticos, principalmente con la Renamo, y así sucedió. En 1994 se realizaron las primeras elecciones postconflicto, pero ganó el Frelimo. Igual situación se presentó en 1999 y la Renamo no reconoció los resultados. Por un momento se pensó que la guerra retornaría, pero no fue así.

¿Cómo hacer para que la paz prospere y no se quede en un documento?

En Mozambique se invirtió más en instituciones de represión, en autoridades que retomaron el control del país para evitar que posteriormente se presentaran más combates entre los civiles y los nuevos civiles. Los excombatientes nunca fueron encarcelados, de hecho, la Renamo continúa teniendo un ejército que protege a los integrantes del partido político que se formó después de octubre de 1992. La nuestra fue una paz armada.

¿Entonces, usted recomienda que Colombia siga el mismo modelo de Mozambique?

Pienso que la historia no se puede apagar. Por un lado, es importante asumir la responsabilidad, porque las víctimas van a sentir que las atrocidades que sufrieron durante la guerra no tienen ningún valor. No creo que la construcción de la paz pueda funcionar de esa forma. Es necesario reconocer los crímenes, eso es importante para construir confianza y luego construir una vida en sociedad. Además, ningún diálogo de paz puede estar privatizado. Creo que en Colombia tienen que buscar una forma de darle voz a las víctimas sin dilatar el proceso.

¿Cómo abordar el punto de las víctimas y que la discusión no dilate la firma del acuerdo definitivo de paz?

Aprendamos del caso Sudafricano. Allá crearon unos tribunales de Justicia, Paz y Reparación. Los responsables de los crímenes fueron llevados para que respondieran. Las víctimas del África del Sur no querían venganza, querían que se les reconociera que con ellos se cometieron actos aberrantes, por eso reclamaban el proceso de reparación, además de la reconciliación. Hay mucho ejemplos que podemos seguir, pero lo importante es hacerlo sin señalamientos, sin darle largas al proceso.

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