La Guajira: sin dios ni ley

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La ruta Santa Marta – Riohacha y la frontera con Venezuela es el corredor de Marquitos Figueroa, jefe de Los Urabeños.

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En La Guajira la gente tiene miedo. Miedo como nunca antes se había sentido y sobre el ambiente hay una espesa atmósfera de terror, pues nadie habla sobre lo que está ocurriendo. La explicación que dan algunos para los altos niveles de criminalidad tiene que ver con el actual  enfrentamiento entre las bandas de Los Urabeños y Los Rastrojos. En 2012 fueron asesinadas 200 personas, de los cuales el 90 por ciento en la modalidad de sicariato y con acciones espectaculares con armas de largo alcance.
 El último de estos hechos sucedió el pasado jueves  en Paraguachón a 500 metros de la línea fronteriza con Venezuela, cuando el carro en el que se movilizaba Juan Carlos Gutiérrez Criales, director regional de Migración Colombia, estalló con una onda explosiva. El conductor del vehículo murió aprisionado y Gutiérrez Criales salió corriendo pero francotiradores que estaban detrás de unos matorrales a 200 metros lo asesinaron con armas de largo alcance.
Una señora que lo acompañaba también resultó herida con balas de fusil y dos agentes de la Policía que llegaron a la zona  fueron asesinados por los mismos perpetradores. Fueron cuatro muertos a medio kilómetro de la frontera con Venezuela. Los terroristas que cometieron la masacre desaparecieron como si se los hubiera tragado el desierto.
 Este acto de violencia, unido al secuestro de los ciudadanos españoles Ángel Sánchez Fernández de 48 años y María Concepción Marlaska Sedano de 43, quienes se encontraban de turismo, encendió las alarmas y tiene al departamento en el ojo del huracán a nivel internacional, pues no habrá quien se atreva ir a la paradisiaca zona norte de la península por miedo a ser secuestrado o atracado.
Este departamento está en manos de las mafias que defienden y tratan de consolidar su espacio político, militar y territorial, a costa de la intimidación como instrumento para el sometimiento de una población sumida en la pobreza, el desempleo y la falta de ingresos. Una paradoja, pues La  Guajira encabeza las exportaciones regionales de la Costa Atlántica con el 29,3 por ciento del total, gracias a su producción de carbón, gas y sal. Sin embargo, la debilidad institucional ha convertido el departamento en un terreno abonado para toda clase de delincuentes.
 En este territorio  operan con absoluta impunidad organizaciones delincuenciales, dedicadas al tráfico de drogas y el contrabando en todas sus manifestaciones, en especial el rentable negocio de la gasolina ilegal, posiblemente el que más víctimas deja cada año. La consolidación de los grupos delincuenciales se manifiesta con homicidios selectivos, todo el que representa una amenaza para los traficantes y contrabandistas de combustibles y drogas entra en la fatídica lista de candidatos a morir a manos de sicarios contratados y absorbidos por  Los Urabeños.
Esta banda está comandada por Marcos Figueroa García quien controla el negocio de la gasolina desde el norte de La Guajira hasta Valledupar. Lo preocupante es que alias Marquitos y sus aliados cuentan con el apoyo de agentes de la Policía, la Sijin, el DAS y militares adscritos al Batallón Cartagena y el Grupo Rondón. A comienzos de 2012, se descubrió que en el propio comando de la Policía operaba una estructura que hacía contrainteligencia y entregaba información al grupo de Figueroa.
 
Secuestro, pan de cada día 
A estas actividades criminales y a los asesinatos selectivos se suman los secuestros. Estos tienen como común denominador que las víctimas son retenidas por grupos de hombres armados en áreas dominadas por Los Urabeños, en la troncal del Caribe y en la vía que comunica al corregimiento de Carraipia con Maicao.
Casos como el de Radwen Mané, arquitecto de profesión, amigo político del actual mandatario, y de Leónidas Vargas, un comerciante de maderas, ambos retenidos por delincuencia organizada en esa parte de La Guajira. Posteriormente, después de varios meses de cautiverio, fueron liberados en la misma zona, conocida como Cuatro Vías.
En jurisdicción de Riohacha fueron secuestrados Luis Ramos Rodríguez y la señora Luz Mary Acosta en la zona rural, corregimiento de Cotoprix.
La señora fue encontrada muerta, amarrada de las manos y con un disparo en la cabeza, en un lugar conocido como La Laguna en el municipio de Manaure, corregimiento de Aremashain. Su compañero Luis Ramón Rodríguez logró huir de sus captores con un disparo de fusil en el mentón. Como estos son crecientes los casos de víctimas de los grupos delincuenciales.
Las investigaciones realizadas indican que  Los Urabeños y Los Rastrojos  operan en el corredor que va desde Santa Marta, pasando por Dibulla hasta Riohacha y de allí a la alta Guajira. Estas bandas replegaron al comando Gustavo Palmezano del ELN, que hacia presencia en esa parte de la península, hacia la serranía del Perijá. Los informes de la Policía, en sus reportes diarios, los señalan como responsables de decenas de homicidios, extorsiones y secuestros. Una fuente de inteligencia policial consultada por SEMANA descarta los estructuras guerrilleras como autores de estas acciones delictivas, ya que fueron desplazadas por estos dos grupos.
Las distintas zonas de este corredor de violencia y sus amos y señores están demarcadas. Desde las cercanías del Parque Tayrona hasta Migueo, el control es de Los Urabeños en disputa con un reducido grupo de hombres adscritos a Los Rastrojos.
 Sigue Riohacha donde el dominio es total de Los Urabeños, al mando de Juan Carlos Bonilla, socio de Marcos Figueroa. Entre la capital guajira y los municipios de Manaure y Uribía existe otro grupo de esta banda al mando de Nachito Pana, un grupo que gira en torno de la ranchería Curiche ubicada en la sabana de Manaure y Uribía. Y de allí hasta la parte más al norte de la península, solo se cumplen las órdenes de Los Urabeños.
 De igual forma es de dominio público que de la cabecera municipal de Uribia hasta Punta Espada, Puerto López y Punta Gallinas hay presencia de los grupos armados de Los Urabeños al mando de Marquitos Figueroa. En el caso de los grupos guerrilleros su presencia en La Guajira, está en la Serranía del Perijá, (Montes de Oca) en límites con Venezuela, jurisdicción de los municipios de Maicao,  corregimientos de La Majayura, Monte Lara, Carraipia, Garrapatero, municipio de Albania, corregimiento de Paradero, los Remedios, Ware Ware y Porciosa.
Este distribución geográfica de la actividad criminal en la península conduce a pensar que los españoles secuestrados la semana pasada podrían  estar en poder de estas bandas, que hacen presencia en las rutas que conducen de Santa Marta, hasta la alta Guajira.
A esto se le suman los Barros, hijos del cacique wayuu Gabriel ‘Gabi’ Barros, reconocidos delincuentes de la zona, jaladores de carros y atracadores que históricamente han operado entre Riohacha y Maicao, entre los kilómetros 24 al 42. En la misma zona opera un grupo familiar al mando del Mono Flores, un sujeto mayor de 70 años dedicado al robo de ganado y extorsión.
Plagada de Los Urabeños, Los Rastrojos, la guerrilla y la bandas de delincuentes comunes, así como de gran riqueza y mucha pobreza, La Guajira se ha convertido hoy en un territorio sin dios ni ley.

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